El liderazgo visual: la política se apaga en X y se reinventa en Instagram
Mientras la tasa de nuevos seguidores de los dirigentes argentinos se estanca en X, crece de manera sostenida en Instagram. La palabra pierde magnetismo y la imagen recupera poder.
Desde diciembre de 2023 hasta hoy, la dirigencia política argentina atraviesa un proceso sostenido de desaceleración en la captación de nuevos seguidores en redes sociales, especialmente en X.
El fenómeno no distingue colores partidarios ni cargos institucionales: afecta por igual a oficialistas y opositores, a gobernadores, ministros y expresidentes.
Los datos de nuestro reciente estudio de Monitor Digital muestran que la curva de crecimiento se aplana, confirmando una hipótesis que venía madurando entre analistas y consultores: el llamado círculo rojo pierde interés por la política en X y deja de seguir activamente a sus referentes digitales.
Durante los primeros meses de gestión del gobierno de Javier Milei, los dirigentes vinculados al oficialismo registraron picos extraordinarios de crecimiento.
En diciembre de 2023 y enero de 2024, figuras centrales del espacio libertario —desde el propio presidente hasta sus ministros más visibles— encabezaron la captación de seguidores.
En ese momento, el entusiasmo por la novedad, la cobertura mediática y la expectativa por los primeros anuncios de gestión alimentaron una economía de la atención positiva.
Sin embargo, a partir del segundo trimestre de 2024, la tendencia cambió de signo: las tasas comenzaron a caer, los picos se volvieron esporádicos y el crecimiento pasó a depender casi exclusivamente de episodios de alta tensión o conflicto político.

La conversación digital se mantuvo activa, pero ya no como adhesión, sino como seguimiento reactivo ante temas sensibles o controversias públicas.
Los dirigentes que lograron sostener un ritmo de crecimiento relativamente alto lo hicieron cuando combinaron factores como gestión, polémica y exposición mediática.
Ministros que protagonizaron medidas disruptivas, gobernadores enfrentados con la Nación o voceros de alto perfil lograron pequeños repuntes, pero siempre de corta duración: los usuarios se acercaron durante el escándalo y se retiraron al poco tiempo, sin consolidar comunidad.
El análisis cruzado entre X e Instagram muestra dos lógicas distintas.
En X (ex Twitter), el crecimiento de la tasa de nuevos seguidores responde a picos de coyuntura, con curvas muy abruptas, alimentadas por la viralización de frases o conflictos.
En cambio, en Instagram el comportamiento es más lento y sostenido, pero también más dependiente del contenido narrativo: sin storytelling de gestión, cercanía o territorio, el interés se desvanece.
Los políticos que no lograron sostener una narrativa visual coherente vieron caer drásticamente su tasa de nuevos seguidores durante 2025.
En el agregado, el descenso del crecimiento refleja algo más profundo que una simple fatiga de redes.
El círculo rojo —ese conjunto de usuarios, periodistas, empresarios, influencers y opinadores intensivos que moldean la agenda digital— parece haber reducido su nivel de curiosidad política.
La conversación pública sigue viva, pero ya no necesita seguir a los protagonistas para opinar sobre ellos.
La atención se desplazó hacia voceros sectoriales, creadores de contenido político y cuentas temáticas que interpretan la realidad mejor que los propios dirigentes.
El liderazgo digital se fragmentó y se volvió mediado, perdiendo el aura de centralidad que los dirigentes tenían hasta hace pocos años.
Este fenómeno marca un cambio de régimen discursivo en donde las emociones a partir de la imagen cobran un protagonismo en aumento.
El crecimiento orgánico hoy no depende de la cantidad de posteos, sino de la capacidad de sostener sentido a lo largo del tiempo, sin depender del escándalo.
El desplazamiento de la atención: de la palabra al gesto
El crecimiento sostenido de seguidores en Instagram, frente al estancamiento en X, marca un cambio de paradigma en la comunicación política digital.
Las audiencias —incluso las más informadas o críticas— migran hacia un consumo visual, fragmentario y emocional.
En ese ecosistema, la relación entre dirigentes y público deja de ser dialógica y pasa a ser escópica: se observa, se evalúa y se comenta desde la imagen, no desde el argumento.
Las “plataformas del texto” pierden terreno frente a las “plataformas del ver”.
Razones de un cambio de tendencia
Desde fines de 2023 hasta hoy, la tasa promedio de crecimiento en Instagram se mantiene en terreno positivo, con una media general que duplica o triplica los valores de X.
Los picos más altos corresponden a figuras con fuerte presencia visual o capacidad para generar contenido narrativo audiovisual, más que discursivo.
Entre ellos se destacan:
- Máximo Kirchner, uno de los dirigentes con cuenta en Instagram abierta hace pocos meses, gozó de la novedad de aparecer en esa red, aunque el efecto fue transitorio.
- Javier Milei, que mantiene una tasa de crecimiento relativa gracias a su exposición continua en actos, transmisiones en vivo y clips virales que mezclan política con performance.
- Guillermo Francos, Martín Menem y José Luis Espert, que capitalizan su visibilidad a través de formatos visuales claros (frases, documentos, videoclips de prensa).
- Lilia Lemoine y Sandra Pettovello, cuya exposición mediática y participación en controversias las vuelve protagonistas de historias visuales con alto engagement.
- En la oposición, Juan Grabois y Guillermo Moreno, entre otros, registran repuntes puntuales, donde la imagen de cercanía pesa más que el debate de ideas.
En la vereda opuesta, nos encontramos con dirigentes con caídas en la cantidad de seguidores:
- Victoria Villarruel, la más perjudicada por esta dinámica, con pérdida sostenida de seguidores como consecuencia de sus encontronazos políticos con el presidente Milei.
- Alberto Fernández, caído en desgracia política por su gestión como presidente y las polémicas sobre sus comportamientos personales durante las sucesivas cuarentenas por la pandemia de COVID-19.
- Sergio Massa, Juan Schiaretti, Horacio Rodríguez Larreta, entre otros, con menos pérdida de seguidores, pero con saldo negativo en la conquistas de nuevas plateas digitales.
A diferencia de X, donde la conversación tiende al desgaste, Instagram premia la continuidad visual, el relato cotidiano y los formatos breves (reels, stories, carrousels) que mantienen un contacto sensorial con las audiencias.

Causas de la diferencia: una lectura posible
La hegemonía de la imagen
En el ecosistema digital actual, la imagen funciona como síntesis afectiva del discurso.
No hace falta leer una postura: basta con verla.
El usuario no busca argumentos, sino signos de autenticidad, gestos de emoción o marcas de pertenencia estética.
El dirigente actúa y representa, buscando persuadir.
Instagram, con su lenguaje de luces, cuerpos y entornos, se adapta mejor a ese nuevo contrato de lectura.
El agotamiento del formato textual de X
La plataforma de X (exTwitter) se convirtió en un espacio de polémica permanente y ruido cognitivo.
La lectura lineal —posteos, hilos, réplicas— exige atención y tiempo, dos recursos escasos.
La fatiga emocional que produce la confrontación constante hace que incluso los usuarios más politizados se desconecten del discurso largo y busquen canales de expresión más suaves o visuales.
La personalización de la política
Instagram permite que los dirigentes reintroduzcan humanidad en su imagen pública: familia, backstage, mascotas, afectos, gestos cotidianos.
La audiencia percibe cercanía y empatía, lo que revierte parcialmente el desgaste institucional que se observa en X.
En ese sentido, la imagen no sólo sustituye la palabra, sino que repara la distancia emocional.
El algoritmo de recompensa emocional
Instagram amplifica los contenidos con reacciones positivas y prolongadas (me gusta, compartir, guardar).
Los discursos políticos que se presentan de manera más audiovisual, emocional y estética tienen más chances de circulación.
X, en cambio, amplifica el conflicto y la polarización, lo que deteriora la experiencia de usuario.
Cambio generacional en las audiencias
Las nuevas generaciones, que ya no se informan por los medios tradicionales ni participan del debate político clásico, se expresan a través de la imagen.
Siguen a los dirigentes no por lo que dicen, sino por cómo aparecen.
La política entra en el ecosistema de los influencers: lo que importa es el estilo, la estética y la autenticidad performativa.
La política, como estética
La diferencia entre la dinámica de la política X e Instagram trasciende lo técnico.
El fenómeno tiene una explicación posible, que radica en cuestiones de índole cultural.
Marca la transición de una política discursiva a una política visual, donde el capital simbólico se mide en impacto emocional más que en argumentación.
El dirigente eficaz no sólo es el que mejor debate, sino quien mejor representa: quien logra condensar su identidad política en una imagen reconocible y afectivamente pregnante.
El aumento de seguidores en Instagram no implica necesariamente una mayor adhesión ideológica, sino mayor capacidad de resonancia estética.
De este modo, la política se transforma en un relato audiovisual continuo, en el que los likes reemplazan al aplauso y el reel sustituye al discurso.
Los "cuatro jinetes" de la políticas argentina, bajo la mirada de las redes
Los gráficos de evolución del último año marcan una tendencia inequívoca.
En X, el crecimiento de seguidores de los principales dirigentes —Javier Milei, Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof y Mauricio Macri— se desplomó tras los primeros meses del gobierno libertario.
En cambio, en Instagram, las curvas ascienden de manera paulatina y constante.
El mismo sistema político que pierde conversación en el terreno textual gana atención en el visual.
Como señalábamos, este dato no es meramente técnico, sino que expone un cambio cultural: la política deja de ser discurso y pasa a ser representación.
Las audiencias ya no buscan ideas ni posiciones, sino imágenes con las que identificarse emocionalmente.
El dirigente se vuelve figura escénica antes que argumentador.

El contraste de las curvas
En X, Javier Milei arrancó 2024 con un crecimiento explosivo de nuevos seguidores —más del 8% mensual—, pero su curva cae mes a mes hasta estabilizarse apenas por encima del promedio.
Cristina y Kicillof, con movimientos leves, siguen la misma línea descendente, y
Macri permanece casi plano.
El promedio de la dirigencia política en X roza el cero, síntoma de fatiga y saturación de los públicos digitales.
En Instagram, la historia cambia.
El promedio de crecimiento de la dirigencia duplica al de X, y las curvas de 2025 muestran repuntes claros en Milei, Kicillof y CFK.
El motivo de este fenómeno ya lo fundamentamos: el formato visual devuelve cercanía, emoción y relato.
Donde la palabra confronta, la imagen reencanta.

La política como performance
El cruce entre X e Instagram muestra que el liderazgo contemporáneo argentino en las redes sociales se redefine por su capacidad estética.
El poder discursivo ya no alcanza; lo que importa es la coherencia visual y narrativa.
Milei mantiene la centralidad porque conserva una estética reconocible; Kicillof y CFK se reactivan en la medida en que reconstruyen un relato visual colectivo; Macri, en cambio, se mantiene fuera de foco.
En el ecosistema digital de 2025, la política muestra la consolidación del fenómeno de la migración de formatos digitales, dejando de ser conversación exclusivamente para convertirse en una proyección de imágenes.
Los nuevos liderazgos digitales distan cada vez más de aquellos modelados en base a la narrativa, para pasar a ser encuadres visuales no necesariamente complejos, aunque sí potentes en imágenes con impacto emocional.